Estos personajillos de pelos de colores se colaron en nuestras vidas en la década de los 90 y lo petaron, estaban por todas partes: llaveros, pulseritas, cuentos...
A nuestra casa llegaron muchos trolls de la suerte pequeñajos de esos que te tocaban en los Phoskitos o donde fuera... pero también llegaron tres trolls de los grandes.
Contaba la leyenda que se podían pedir deseos tocándole el brillante del ombligo pero solo uno de nuestros trolls tenía brillante... ¡qué ruina!
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